La chica del folio

No sé que os pasara a vosotros, amigos, pero yo recuerdo bastante bien (aunque ya hace tiempo, que viejo me estoy haciendo) muchas de las cosas que me pasaron en mi colegio. Recuerdo la sensación de grupo que tenía con mis dos mejores amigos, recuerdo los pasillos que me parecían enormes de aquella, y que cuando volví años después, me di cuenta de que eran unos pasillos más, normales, hasta incluso estrechos si me apuras. Recuerdo el olor de los lápices, los pupitres amarillos, los partidos de futbol en el recreo, los viernes por la tarde, mi día favorito, cuando ya llegaba el fin de semana. Los viernes era el día de la biblioteca por la tarde, y ya todo el mundo estaba de buen humor, preparando el ánimo para un fin de semana que cuando eres un niño vives intensamente.

Pero hoy me quiero centrar en un año en particular, en un curso en particular, y en una persona en particular. Era una chica que iba a mi clase, una chica que entro mas tarde en el colegio, y que era al menos dos años mayor que yo. Estaba repitiendo curso, como os podéis imaginar, y tenía una mirada melancólica y ausente que dejaba entrever problemas graves. Desde luego, sus ojos reflejaban una timidez extrema, muchos complejos, algo de retraso, y una huella profunda de haberlo pasado mal.

A mi me sorprendió muchísimo de repente encontrarla en mi clase, porque a Silvia yo ya la conocía. De hecho, probablemente fuera el único de toda la clase que la conocía. Silvia era la hija de los vecinos que mis padres tenían, en la casa donde vivimos hasta que yo tenía 3 años. Claro, siendo los vecinos de al lado, estábamos acostumbrados a jugar con ellos, pero hacia ya mucho tiempo que no los veíamos, y verla en mi clase fue toda una sorpresa. Al llegar a mi casa por la tarde, le dije a mi madre, y me conto que había estado antes en un colegio de monjas donde, al parecer, no le habían tratado muy bien.

Mi colegio era, para aquella época, un colegio cuando menos peculiar. Era lo que se llamaba un colegio piloto, en el cual, la enseñanza tenia bastante fama, y los profesores estaban muy preparados, y en el que se hacían también proyectos nuevos e investigación educativa. Y de eso formaba parte Silvia, era parte de un proyecto de integración. El día que daban las notas a todos, a ella no le daban nada, el propósito de estar allí era que su vida no se terminara de cerrar en ella misma, y la tarea no era fácil.

Silvia nunca solía hablar ni hacer nada. Como lo típico de una clase es pedir cosas al de al lado, un bolígrafo, etc., pero sobre todo folios en blanco, su única reacción, como si de un resorte se tratara, era dar folios a la gente, mecánicamente. Le decían algo, y ella, mirando fijamente a la mesa, daba un folio. Por supuesto, la gente se reía de ella, con la crueldad de los inmaduros al que no forma parte del grupo. A mi, que normalmente si que me hablaba (ella me conocía, sabia que yo era su antiguo vecino, y que yo nunca me reiría), me daba una pena infinita, y mas de una vez le tuve que decir a algún graciosillo que se callara y respetara. Me acuerdo en particular de una vez, en la cual, ella luego me miro con un cariño que traspaso los muros de su timidez, y yo me sentí bien, y después de una palmadita en la espalda, me volví a sentar en mi sitio.

La semana pasada, mas de 20 años después, la vi desde mi coche cruzando la calle, tapándose con un paraguas, y hablando con un chico que parecía ser su marido (mis padres me dijeron que la vieron una vez con sus padres hace tiempo, y que tenia novio, o se había casado ya incluso) y pensé en esta historia, en los folios, en su mirada, y me sonreí

Buena suerte, guapa, que seas muy feliz.

GF_Planner - (Enero 2008)