Una vez conocí
a una chica extraordinaria. Una mujer genial, simpática, dulce, y con ese punto
un poco loco de la gente que de pura alegría se les descose el alma.
Era una amiga
fiel, de las que nunca dejan a las demás en la estacada, y tenía el punto de
saber hacer felices a los que le rodeaban, aunque a ella le rondaran mil cosas
por dentro. Tuvo reveses de la vida, temas complicados que llevaba como podía,
que sufría con pena. Muerta por dentro, pero de pie, como mueren los árboles.
Cuando yo la
conocí, pasaba una mala racha. Había tenido un desengaño amoroso reciente, una
de estas cosas que nos pasan a los que sentimos la vida con emoción. Decepciones
y similares la habían llevado a una situación en la que pasaba los días
tristona. No era eso lo normal en ella, pero, en fin, la vida a veces tiene
estas cosas.
Una noche,
poco después de esto, salió a tomarse algo por los bares de la ciudad. Por
aquello de cambiar, se fue hacia un barrio al que no solía ir, a las afueras.
Una vez allí, en una calle alejada y oscura, le llamo la atención el cartel
luminoso de un bar llamado Invisible Sadness Club. “Que nombre más raro!”. Le hizo gracia y entro.
Se quedó
sorprendida porque allí dentro no había sino hombres y mujeres de una belleza y
atractivo espectacular. De entre todos, vio a uno muy especial. No era el
mejor, no era el más guapo ni el más alto, pero tenía algo muy especial, unos
ojos color agua de esos que hacen vibrar las emociones. Sera ese “el que
vuela”? - pensó. Se le abrió una pequeña ilusión, pero muy muy en el fondo, ya
que la tristeza era lo que más abundaba en ese momento en su cabeza. Nah,
seguro que, aunque sea, yo no le gustare – dijo en alto, dejando la tristeza
invadirlo todo.
Lo gracioso es
que él se levantó, y fue a la barra a pedir algo, cerca de donde estaba ella,
al lado de la entrada. Ella noto algo extraño. Al ir hacia la barra él había
pasado a escasos centímetros de su cuerpo, pero parecía como que ni hubiera
reparado en que ella estaba allí. Sorprendida, y más que nada por saber que
pasaba, se acercó a la barra, y fingiendo ir a pedir, se acercó a aquel hombre
hasta quedar justo pegada a él. En la barra apenas había gente, aquello era
algo a lo que cualquiera hubiera reaccionado. El, de repente, se dio la vuelta
y miro hacia la pista de baile, pero mirando como a través de ella. Sera
posible?
- Holaaaaa, estoy aquí!! – dijo ella en
voz muy alta, hablando por encima de la música del local
Empezó a mirar
a los lados y se dio cuenta de que algo muy sorprendente pasaba. Nadie, ni una
sola persona en al bar parecía notar su presencia. De repente, oyó una voz que
se dirigió a ella:
- Que, sorprendida, ¿eh? - le dijo con una sonrisa- Es la primera vez
que vienes aquí, verdad?
- ¡Si!! ¿Qué pasa? por qué nadie me
mira? ¿Por qué me ignoran todos?
- Veras, chica, este es un bar un poco
especial. Yo diría, el más especial del mundo. Se llama la tristeza invisible.
- ¿Y????
- Pues aquí uno puede encontrar la
persona más maravillosa y compatible para uno, creo que ya has visto a alguien,
¿no? – sonrió.
- ¡Si, pero ni siquiera me mira!!!!
- Es que no te puede ver.
- Comooooo?????
- En este bar, si uno tiene tristeza de
amores, se convierte en invisible. Es el precio que hay que pagar para que la
persona te vea, el venir sin tristeza.
A ella se le
escapo una lagrimita, y dijo:
- ¿Y tú sabes cómo quitar esta
tristeza?
- Claro. Esa tristeza se reemplaza por
ilusión. Yo le llamo “la mirada del niño del viernes”. ¿Recuerdas cuando ibas
al cole, y el viernes por la tarde te morías de ilusión por salir del cole, y
todo eran nuevas aventuras, y esperaba un fin de semana por delante, lleno de
juegos y diversión? Eso es la ilusión.
- Claaaaaro, claro que recuerdo!!!!
Y se le
ilumino la cara con esa sonrisa tan dulce que ella tenía habitualmente.
Al
momento, el chico de los ojos claros de agua la vio, la reconoció y la miro con
ternura. Empezó a caminar hacia ella, y ella, azorada y nerviosa, pero llena de
ilusión, le pregunto al extraño que le había hablado:
- Oye!!! ¿Y ahora, que hago???
¡Ayúdame!
- No te hace falta la ayuda.
Simplemente SE TU. Siendo tú, será suficiente.
El llego a
ella y le dijo, sonriendo, al oído: “Sé que eres tú. Te estaba esperando.
¿Dónde te habías metido?”
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Tengo que
reconocer que te he mentido, porque a la chica no la conozco, porque esa chica
tan positiva y con ilusiones, esa chica eres tú. Pero sssssh, no se lo digas a
nadie. Y nunca nunca dejes que nadie te quite la mirada del niño del viernes.
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